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Jujuy - Argentina |
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JUJUY | |||||||||||||||||||||
O al menos eso se pensará apenas se zambulla en cielo y tierra jujeña y puedas ver las montañas y barrancos que parecen rasgados por las uñas de un gigante enloquecido. En contraste con ese fondo voluptuoso, los detalles del paisaje se ven maravillosos: mosaicos de cultivos, corrales y caminos enroscados como serpentinas de plata. Al recorrer los parajes desiertos de la Puna, cruzados por pastores solitarios o pueblos de adobe en ruinas y cuando se cabalgue a través de las yungas húmedas, entre jugosas papayas y lapachos rosados. Deben haber tenido la misma impresión los miembros del comité de la UNESCO, que en 2003 inscribieron a un sector de la provincia de Jujuy en la lista de sitios declarados Patrimonio de la Humanidad. De otro mono no hubieran incluido al Parque Nacional Calilegua y al Parque Nacional Potrero de Yala en la lista de las Reservas de Biosfera, una categoría internacional destinada a la preservación de áreas valiosas por los bienes naturales, culturales, económicos y sociales que sustentan. En esa fabulosa cartografía se inserta también el Camino del Inca, la senda que hasta la colonización española enhebró la trampa compleja del mundo aborigen y que entonces se extendía desde Ecuador hasta el sur de la provincia de Mendoza en la Argentina. La vida entera pasaba por ahí. Toda el área de los Andes Centro Sur fue escenario de grandes acontecimientos sociales, como el surgimiento del Estado de Tiwanaku a mediados del primer milenio después de Cristo, que convivió hasta la invasión incaica, en 1450, con otras culturas asentadas en el actual suelo jujeño. Magia Extrema en sus paisajes Si todo lo antedicho no resulta convincente, y si estás en Buenos Aires, puedes tomar un vuelo que dos horas más tarde aterriza en el aeropuerto de San Salvador de Jujuy. Es un vuelo generalmente muy extravagante, repleto de turistas europeos equipados como para trepar el Everest!. Recomendación: llevar un kit básico para no desafiar el mito que rodea al lugar, abrigo para la noche, varias remeras para el sol que todos los días pega muy duro, más una provisión generosa de chicles y soroche pills, el famoso antídoto contra las dolencias que provoca ascender a más de 20.000 metros sobre el nivel del mar. Si no se las tiene a mano, otro buen recurso para combatir el mal de altura es el que utilizan los habitantes de la zona desde hace miles de años: las hojas de coca, de un sabor fuerte pero agradable si se lo consume en forma de infusión, en vez de masticarlas. Serán un refuerzo invalorable si la idea es explorar a fondo la Puna y la Quebrada de Humahuaca, las dos áreas más elevadas e intensamente transitadas desde la declaratoria de la UNESCO. A 39 kilómetros del aeropuerto por la ruta 9, ingresamos en el famoso circuito de la Quebrada de Humahuaca que abarca de norte a sur, unos 170 kilómetros de montañas soberbias y valles como jardines regados por el Río Grande, fresco y caudaloso en verano, todo lo contrario en invierno. En rigor, la zona protegida comprende desde la localidad de León hasta la Quiaca, frontera con Bolivia. Pasando León, Volcán y Tumbaya, pequeños parajes de ajetreada actividad religiosa y social, y doblando seis kilómetros por la ruta 52, bajamos a Purmamarca, la tacita de plata, la starlette de la zona y la elección de rigor para pernoctar no menos de tres noches. Esta aldea, nació al pie del Cerro de Siente Colores y ostenta la rara virtud de mimetizarse con él al punto de perder visibilidad. Es exactamente del mismo color que las montañas. Por la polvorienta culpa del viento, no se verá ni un alma en la calle después de las nueve de la noche. Fue fundada en 1594 y actualmente cuenta con unos 800 habitantes que viven en forma permanente del turismo y la venta de artesanías. Y si se la camina bien, sin apuro ni rumbo fijo, se notará que la arquitectura es sublime y, a su manera, inteligente. En las paredes predomina el barrio de los cerros y la madera de cardón, una variedad de cactáceo gigante que se repite en techos, puertas, mesas, sillas, bandejas, portarretratos, cucharitas, etc. Las ventanas no existen, para evitar que se cuelen las bajas temperaturas en invierno y las puertas destartaladas suelen indicar la antigüedad de las viviendas que aún pertenecen en la mayoría de los casos, a familias nativas, como los Cruz. Las casas modernas son la prueba tangible del férreo respeto que aún hoy profesan por el terreno: ningún techo de chapa, ningún cartel con luces de neón. El templo, por ejemplo, fue erigido en honor a Santa Rosa de Lima en 1648, y el cerco perimetral es muy simpático: una de las dos arcadas de acceso lateral fue sutilmente torcida para no interrumpir el crecimiento de un algarrobo inoportuno. El cabildo es un botón comparado con el de otras ciudades. Pero alcanza para albergar a la ajustada infraestructura policial que demanda la realidad. Por la mañana y a la tarde abren los negocios y funciona la feria de la plaza central con puestos atendidos por señoras arrugadas y de modales educadísimos, siempre con el acullico o bollito de coca entre los dientes. Comercializan productos importados de Bolivia y otros que rescatan la tradición textil en las mantas teñidas con extractos vegetales, muy de moda en la decoración contemporánea. De noche, los chicos toman por asalto la plaza para jugar al fútbol o a las escondidas. Más adelante conocimos el Paseo de los Colorados, un tramo corto detrás del pueblo que presenta violentas formaciones de tierra color ocre, agotador si no se está bien entrenado, pero muy romántico por las noches de luna llena. Muchos famosos han venido a disfrutar de este paisaje, como la princesa Máxima de Holanda y también el diseñador de modas John Galliano. A la hora de comer algo, las empanadas de queso, la sopa y el tabule de quínoa son comidas típicas de la región. Al seguir por la ruta 52 rumbo al Corredor Bioceánico que conduce hasta el paso de Jama, límite con Chile, una experiencia única e inolvidable que conduce desde la Cuesta del Lipán hasta Salinas Grandes, una de las majestuosas puertas de acceso a la Puna. Llegar a la Puna, implica pasar por los 4.170 metros sobre el nivel del mar, y a muy pocos metros de esa caravana de nubes que vaga entre las mesetas. Abajo hay ranchitos, rebaños de cabras y ovejas, vicuñas, burros y pastores trashumantes bajo el sopor del sol. La intensa radiación solar exige uso de pantalla, ropa clara, gorro y anteojos de sol. No obstante, el mar inmaculado que de a poco asomará en le horizonte no es un espejismo, sino las famosas Salinas, 12.000 hectáreas de hasta 30 cm. De espesor producto de la evaporación de una antigua reserva de agua salada. A simple vista es un damero de mosaicos hexagonales, pero trazados por la misma naturaleza. Su explotación constituye una fuente de subsistencia para los puneños, seres taciturnos, con las manos curtidas y poco dados a las relaciones públicas. Se pueden llegar hasta Susques y explorar en Barrancas los petroglifos y pinturas rupestres grabadas hace 10.000 años en las piedras. Liturgias Paganas El calendario jujeño está plagado de fiestas religiosas y paganas, celebradas puntualmente desde tiempos memoriales. Todos los meses del año se honra a alguien o algo: existe desde un festival del queso, otro del durazno y el choclo, hasta el entierro del diablo, la fiesta de la señalada, del Pin Pin, una feria del trueque, toreos y la sagrada liturgia de la Pachamama, quizás la más significativa. Tiene lugar a lo largo de agosto, antes de que nazcan las flores y caigan las benditas lluvias del equinoccio de primavera. Entonces todos retribuyen la eterna fecundidad de la Madre Tierra con un regio banquete en el que la homenajeada (la tierra) “come” alimentos y bebidas colocadas por los devotos en una apacheta o recipiente simbólico. Tilcara, el pueblo más urbanizado en intervenido por la mano del hombre, a media hora en auto desde Purmamarca y donde las familiares de la ciudad conservan sus elegantes fincas de fin de semana, suele ser el escenario de la Pascua más concurrida y turística de la Argentina. Las procesiones son multitudinarias, hay encuentros de música barroca y en algunas localidades practican ritos como en Yavi. Hombres, mujeres y niños con antorchas encendidas bajan de la montaña en plena noche, recitando entre llantos y lamentos los versos que también repitieron sus antepasados. En Tilcara hay variada oferta de hoteles y vida nocturna. Más de Jujuy Uquía, un paraje situado a 2830 metros sobre el nivel del mar y a quince minutos en taxi desde Tilcara. Se debe llegar antes de las 12 para conocer la iglesia de la Santa Cruz y San Francisco de Paula, un tesoro en cuyo interior hay un retablo del año 1691 laminado en oro de 18 quilates, y nueve imágenes de los Ángeles Arcabuceros pintados por los indios de la escuela cuzqueña. Además, hay yacimientos arqueológicos y un criadero de vicuñas para visitar antes de partir hasta Humahuaca, a 2965 metros sobre el nivel del mar. Éste fue un punto neurálgico en épocas coloniales, lo que explica su fisonomía española, con sus angostas calles de piedra, arcos de medio punto en las aberturas y típicos farolitos. Las escalinatas hasta el Monumento a la Independencia son como las de Roma, pero vale la pena por la visión panorámica que del Cabildo y los restos de la Torre de Santa Bárbara, usada como fortificación en el siglo XIX, y centro de combate durante la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana en 1837. Lo imperdible es visitar el pueblito de Yavi, donde hay una iglesia con un altar de oro puro, y fue inaugurada en 1690 por el Marqués de Tojo, el único hombre con título nobiliario en todo el territorio norteño y que frente al templo se hizo construir una residencia privada. De regreso a Tilcara, después de la localidad de Abra Pampa, unos 50 Km. a la izquierda está la Laguna de Pozuelos, donde vive una comunidad de flamencos rosados que solamente se puede contemplar en ciertos meses del año y con un potente teleobjetivo, a menos que se cruce a pie unos pantanos para apreciarlos mejor. Volver a Jujuy Seguramente los días de tu estadía no te alcancen y querrás ver más, volverás… según reza una vieja leyenda jujeña. Pero antes de abandonar la Quebrada para regresar a la vida cotidiana, algo que puede resultar difícil si la estadía fue buena, hay que tomarse un día para caminar por Tilcara, ir a la feria artesanal, al Pucará que es una fortaleza aborigen, para charlar con los lugareños y visitar el mercado, porque los mercados del mundo hablan por los habitantes. Se pueden adquirir cuencos de madera, papines, quínoa y dulces, esto es una muestra a escala de la riqueza culinaria que sobrevive en el mundo andino.
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