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COSTA RICA | |||||||||||||||||||||
Los pacíficos nativos no le ofrecieron resistencia ni tampoco se privado de lucir joyas de oro y piedras preciosas. Entonces la codicia despertó y en nombre de los tesoros que el territorio debía encerrar, el hombre blanco lo llamó Costa Rica. La conquista logró cosechar desastres, pero de oro y jade, ni migas. En 1563 nació Cartago, en la meseta central, donde la fertilidad del suelo volcánico hizo que el asentamiento perdurara. Quizás nunca tuvo la Corona española colonia más pobre. Lejos de la costa, quedó marginada de las rutas comerciles y así fue literalmente olvidad durante siglo y medio. Dicen que fue en esos tiempos que se forjó el temperamento amistoso y solidario de los ticos, como se autodenominan los costarricenses. Ese carácter que cualquier visitante puede reconocer ni bien aterriza en San José, la actual capital de Costa Rica. La ciudad nació en 1737 y pese a su rol de capital, no es muy inspiradora. Tampoco es exagerado decir que al centro ni los mismos josefinos la quieren pisar. Los estos coloniales se cuentan con la mitad de los dedos de una mano y la planificación urbana brilla por su ausencia. Conclusión: San José es una ciudad bastante chata, sin personalidad y detenida en el tiempo. Los más adinerados viven en las afueras, que también es una buena alternativa para alojarse. Además en Escazú, hay hoteles muy lindos, shoppings y restaurantes más o menos cerca. En descargo de la capital, hay que decir que es muy tranquila y el turista sólo recibe sonrisas y buen trato en el itinerario que van trazando sus pasos. Es más, la agenda cultural ofrece siempre una buena excusa para ver teatro y ballet, sobre todo danza moderna. Es mucho por tratarse de un mero sitio de paso y conexiones, donde parece una obligación moral irse lo antes posible para no hacerse una falsa ideal del país, como le pasó a Colón en aquel entonces. Como turista le recomendamos que visite los Museos del Oro y del Jade, antes de partir de San José. El primero guarda una amplia colección de miniaturas y piezas medianas en oro. Gracias a una audio guía que puede alquilarse a bajo costo, es posible conocer algunas creencias y prácticas religiosas como actividades chamánicas o auto sacrificios, y detalles sobre los adelantos tecnológicos en el uso de los metales. El segundo es el museo más célebre del país, y alberga la mayor colección mundial de jade de las Américas. ¿Dónde queda Costa Rica? Es un país muy pequeño, se ubica entre Nicaragua, al norte y Panamá por el sur, en cuyos 50.000 km2 se apiñan ecosistema de granciosas expresiones naturales y extensas zonas agrícolas donde florece un orden de cafetales y plantaciones de bananos. Parece mentira que en tan poco espacio haya lugar para tanta geografía distinta… Volcanes, bosques, serlva, foresta lluviosa, pájaros y mariposas que aletean en una deslumbrante multitud de especies, y tantas otras faunas por las que mueren los naturistas. Al oeste el océano Pacífico y al este el mar Caribe, completan esta increíble geografía costarricense con paisajes de película. Maravillas de Costa Rica El volcán Poás es un cita ineludible a 45 minutos de San José y que obliga a prever abrico, a 2700 metros el frío es bastante crudo. El cráter, de 1,5 kilómetros de diámetro, se lleva caminando en 15 minutos, se lo huele, no para de expulsar gases desde sus 300 metros de profundiad que tiñen el aire de amarillo y al asomarse al borde de ese agujero, parece una laguna de espesas aguas verdes, mezcla de lluvia y el ácido sulfúrico que de su interior emana. Sinter el aliento del volcán a un palmo de las narices es casi como un trance, mitad fascinante mitad aterrador. Pero el primer cráter que abrió la ira del Poás no es éste, sino otro localizable a 30 minutos andando por un sendero de frondas bien señalizado. En el trayecto se ven plantas de hojas enormes, son las sombrilla del pobre, ideales para cubrirse del impiadoso sol. Este segundo cráter es llamado Tabos, es hoy una laguna quieta que suele esfumarse bajo un manto de neblina pasado el medio día. Rutas de Costa Rica En la Meseta Central, o Valle Central, como llaman a esta zona que se eleva tres mil metros, es uno de los varios poblados que busca saciar la curiosidad de los visitantes sin perder su gracia original. Por ejemplo muchos pobladores aprendieron a reproducir carretas en todos los tamaños y las venden como souvenirs pintadas en vivos colores. A fines de siglo pasado las carretas eran tiradas por bueyes y se usaron para transportar caña de azúcar, después tabaco y finalmente granos de café. Hoy, desprovistas de utilidad, se convirtiero en rentable icono turístico. A veces en la scalles se oye el son de una marimba, especie de xilofón que deriva de un antigua rústico instrumento del Congo y se toca con dos o tres palillos. Continuando hacia el Pacífico, como hacia cualquier parte del país, los caminos se recorren con calma. En tren se cubre cualquier distancia en el doble de tiempo, ventaja para no ansiosos. Vaya en ómbinos o en auto, debe tomar la carretera Interamericana Norte que leugo conecta con la Ruta Antigua Cerros de Aguacate, camino montañoso que zigzaguea entre imágenes magnificas de tierra tostada, verdes y más vedes. Una espumsa catarata se recorta en el paisaje, es la Represa de la Garita. Después el mundo parece acabarse en Puntareanas, un enclave costero. Desde aquí hay que cruzar el estrecho de Nicoya para llegar a la península del mismo nombre y a su puerto, Paquera. El ferry que cubre el recorrido posee dos líneas, la comercial, que es apta para viajeros independientes y la institucional, que sólo lleva a los que van a Tabor para alojarse en el Hotel Barceló. La primera hace cuantro viajes diarios, dos por la mañana y dos por la tarde. Así que conviene presentarse bastnate temprano, sobre todo en temporada alta. Al desembarcar en Paquera, un servicio de taxis 4x4 propone traslado a cualquier punto de la península. Muchos regatean el precio y da resultado. Hasta Cabo Blanco hay un par de aldeas donde distraerse. Tambor es una, con una ribera larguísma, y además del aludido hotel con sistema All Inclusive, puede econtrar cabañas. Instalarse en el Barceló implica holgazanear al sol, tumbarse en una hamaac con vista al mar, partir desde aquí hacia la Isla Tortuga para hacer snorkel o pescar, andar a caballo por la playa, alquilar un cuatriciclo o ir al Safari en jeep a la Reserva Absoluta de Cabo Blanco, retazo boscoso de lluvia y humedad que refleja lo que era la península de Nicoya antes de la llegada de la agricultura. Frente a la reserva, la isla del mismo nombre es refugio natural para infiida de pájaros bobos. Una rica fauna marina merodea los arrecifes de coral, de los pocos que aún se conservan intactos, y sólo con permiso mediante se puede bucear allí. Camino al sur aparece Montezuma, lugar favorito e despreocupados, mochiles y fas de la vida agreste onda hippie. Con tan solo 600 habitantes estables (casi todos extranjeros), una playa de arena blanca y otra de arena negra, dunas que bordean el mar con plataformas rocosas y mucha calma existencial, se resuelve la vida en este paraje. De los barcitos fluye el reggae al atardecer y la única pantalla para ver cine a esta hora está en El Sano Banano, un boliche vegetariano de una holandesa que en Montezuma recaló un día y se quedó para siempre.
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